Es un plato sencillo y económico. Yo lo aprendí en un pueblo de Avila, donde son muy típicas. Hay muchas maneras de hacerlas, pero a mi esta es la que más me gusta.
Ingredientes:
2 patatas medianas por persona.
Tocino entrevedado finito (la cantidad depende de cada uno).
1 diente de ajo por patata.
Laurel, sal.
1 cucharadita escasa de pimentón dulce por cada tres patatas.
Ponemos a cocer las patatas peladas y partidas en rodajas gruesas en agua con sal y el laurel.
Deben estar muy bien cocidas, prácticamente deben deshacerse cuando las pinchemos. Al escurrirlas guardar un poco de agua de la cocción porque nos va a hacer falta, no lo olvideis.
Mientras troceamos el tocino y fileteamos los ajos.
Cuando las patatas estén cocidas las aplastamos con un estribo (quedan mucho mejor que con un pasapuré, ya que lo que queremos es una textura consistente, no una crema).
Ponemos una gota de aceite en una sartén y añadimos el tocino.
Dejamos que se dore bien.
Lo sacamos de la sartén y reservamos. En la grasa que ha soltado el tocino sofreimos los ajos hasta que estén dorados pero sin quemarse.
Entonces ponemos la cucharadita de pimentón fuera del fuego, para que no se nos queme y removemos bien.
Añadimos ahora las patatas machacadas y empezamos a remover para que absorban el pimentón y la grasa.
Cuando veamos que está ligado empezamos a añadir el agua de cocción, poco a poco. Como si estuviéramos haciendo una bechamel.
Más o menos esta es la consistencia que debe tener.
Añadimos ahora el tocino frito dejando algunos trocitos para decorar.
Seguimos removiendo un minuto para que se mezclen bien y emplatamos decorando con los trocitos de tocino.
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